Existe una directa relación entre el cerebro y nuestra reacción hacia las enfermedades, nuestra inmunidad. El solo hecho de estar enfermos por alguna dolencia o habernos notado algo raro como un nódulo o tumor, independientemente de que sea benigno o maligno, desencadena respuestas conscientes e inconscientes que tienen mucha relación con la
evolución que tendrá el problema en nosotros.
Hay un asunto de ACTITUD que domina el panorama del comportamiento de las personas ante las enfermedades. Mientras unos son positivos siempre ante las adversidades y están dispuestos a hacer lo que les indicamos necesario para su tratamiento, otros son pesimistas y piensan es en las probables complicaciones que se pueden derivar de su enfermedad o su tratamiento. Hay personas que se estresan aún sin saber el resultado de sus exámenes o de una biopsia y otras piensan desde el primer momento que esos resultados van a ser benignos
o de buen pronóstico. Muchos estudios científicos demuestran la relación del estrés con la respuesta inmunológica ante las enfermedades y la secreción o producción de sustancias u hormonas que afectan la respuesta orgánica a las patologías. La mentalidad positiva, la confianza en su médico y en sí mismo actúan de una manera proactiva, estimulando la producción de elementos claves para sus mecanismos corporales de defensa ante el problema. En las recientes décadas se ha desarrollado una especialidad conocida como Psiconeuroinmunología que estudia estos mecanismos y ha comprobado como el cerebro responde a la agresión infecciosa o tumoral
La sangre es el vehículo que comunica todas las áreas u órganos de nuestro organismo y las
respuestas del mismo ante la agresión externa como trauma, inflamación e infección, que son las áreas en las que más se ha estudiado la respuesta inmunitaria de los pacientes. El trauma y la infección generan una respuesta local mediada por los glóbulos blancos o leucocitos, principales defensores ante el proceso local. Se acumulan alrededor del área infectada o traumatizada y general lo que llamamos un proceso inflamatorio local, se acumulan muchos leucocitos de varios tipos, especializados en defensa inmunitaria y liberan enzimas llamadas citoquinas que circulan en la sangre e informan a otros órganos como hígado, bazo, cerebro sobre la presencia del problema. Se libera una hormona, histamina, que produce vasodilatación y salida de líquido de los vasos sanguíneos, produciéndose edema local.
El organismo reacciona también con fiebre, aumento de la temperatura para aumentar el poder defensivo de las células defensoras. Por lo general los procesos infecciosos tienden a ser limitados por estos mecanismos y se produce inflamación, enrojecimiento, aumento de volumen y a veces destrucción local del tejido y abscesos.
Algo parecido sucede con los tumores. Las células cancerosas se van diferenciando por mutaciones de aquellas del órgano que les originó, por ejemplo mama, estómago, piel, y desarrollan un metabolismo diferente, se multiplican anormalmente, producen secreciones distintas y eso genera una situación de alerta inmunológica, mediada por el sistema nervioso. Se sale del objetivo de este blog el explicar los mecanismos por lo que eso sucede, lo importante es que a la presencia de un tumor se generan señales que producen respuesta
inmunitaria. Los leucocitos igualmente rodean el sitio del tumor y limitan su crecimiento local, Cuando se trata de lesiones mayores, que pueden desprender células al torrente sanguíneo, existen células defensoras conocidas como linfocitos T o "células asesinas" que se unen a ellas y las destruyen en su mayoría, impidiendo que se siembren en otros órganos y produzcan las metástasis o enfermedad a distancia. Se generan en la médula ósea, como los glóbulos rojos, plaquetas y glóbulos blancos y demás elementos vivos de la sangre.
La multiplicación de esas células al igual que todas las del cuerpo, por decir musculares, glandulares, cutáneas, óseas dependen de la alimentación de la persona y el consumo y calidad de los alimentos se hace de acuerdo al estado de ánimo, la actitud, la mentalidad de la persona involucrada. En pocas palabras transmitimos al cuerpo, a través del sistema
nervioso la cantidad y calidad de respuesta inmunitaria hacia las enfermedades. El paciente desnutrido, con bajas proteínas en su cuerpo, disminuye notablemente la posibilidad de crecimiento de sus células defensoras, siendo las proteínas componente fundamental de las distintas partes de la célula. La baja ingesta de calorías limita los procesos energéticos necesarios para el metabolismo celular, permitiendo a las células tumorales, en el caso que nos importa, sobrevivir por encima de las demás, ya que su metabolismo es diferente y no responde a los controles normales del paciente. Las células tumorales, como ya hemos conversado en otros blogs, son autónomas y no responden a los mecanismos de regulación como las demás, terminan aprovechándose del contenido alimenticio que ingiere la persona enferma, por encima de las células no tumorales.
Es así como la respuesta inmunológica es diferente en cada paciente y dependerá de muchos factores como de la manera como el paciente entiende o le presta atención a las indicaciones del médico con relación a los horarios para tomar sus medicinas, los cuidados de sus heridas, si es el caso, la alimentación, recomendaciones con relación a hacer ejercicio o mantenerse en reposo. También presentamos en otro blog la utilidad del ejercicio para fomentar el crecimiento muscular, la creación de mecanismos de defensa y aumento de la respuesta inmunitaria al cáncer y enfermedades.
La periodista venezolana Gladys Rodríguez, en exilio actualmente en Estados Unidos publicó recientemente en las redes sociales pensamientos cuyo autor desconoce pero que
transmiten muy bien la idea de este artículo: “La salud no siempre viene de los genes o los buenos hábitos. La mayoría de las veces se genera desde la paz mental, en el corazón y en el espíritu. Viene con la risa, con el buen humor aún en los peores momentos. De la aceptación genuina de uno mismo y de los demás, Viene con la música que nos alegra y acelera nuestras neuronas, viene con el amor y el cuidado de nosotros mismos y de los demás, viene de los alimentos saludables e imprescindibles que nos proveen de energía y los cuales no están propiamente en un plato balanceado. Está en las calorías de un abrazo fuerte aún en la distancia. En las proteínas de un ¡Te quiero!, ¡Te amo!, ¡Te adoro! En los Omegas de aquí estoy, en la dopamina que genera inmediatamente un ¡Te ves increíble! En el anticancerígeno por excelencia que proporcionan la honestidad indiscutible y la fiel compañía de los amigos y de la familia. En todo lo anterior siempre acompañado por otros antioxidantes que no vienen exactamente en una copa de vino tinto sino de la conversación sabrosa con esa persona especial que te escucha y hace sentir que ése es el momento correcto para ambos. En las bendiciones y los buenos deseos que damos y recibimos a diario y en cada momento. En las oraciones que elevamos por los demás y por nosotros mismos. En la sinceridad con la que realizamos nuestros actos de caridad y de bien si saber a quién. En nuestra fe, en la aceptación de que todo lo que nos sucede, aún sin entenderlo son los verdaderos planes de Dios para con nosotros y que siempre serán mejores que nuestro planes”.
EL PACIENTE ONCOLÓGICO ES PROTAGONISTA Y DIRECTOR DE SU ENFERMEDAD. DE SU ACTUACIÓN DEPENDE LA MAYOR PARTE DE LA EVOLUCIÓN DE LA MISMA.
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