Cuando un paciente acude a mi consulta, es generalmente por que le han diagnosticado o se siente algún tumor. A veces ya ha sido evaluado por otro especialista y desea una segunda opinión sobre su caso. Está en su derecho; cuando el paciente no queda satisfecho con el diagnóstico o el tratamiento que le planteamos en nuestra consulta, tiene la opción de consultar otro médico para averiguar si hay otro procedimiento, diagnóstico o tratamiento para su problema. Cuando observo dudas o inseguridad del paciente en lo que respecta a mi enfoque o consejo terapéutico le animo a consultar otro especialista para que considere otra opinión, creo que así debe ser.
Los médicos somos seres humanos y podemos equivocarnos, o tener poca experiencia en algunas patologías o juzgar erróneamente el caso que se nos presenta en un momento dado. Errar es de humanos y soberbia el pensar que somos infalibles. Por otro lado la confianza que podamos generar en nuestros pacientes es muy importante para su evolución posterior. Un paciente no debe encomendar el tratamiento de su enfermedad a un médico en quien desconfíe, no es lógico. La confianza que se tenga en su médico tratante, la actitud positiva ante su enfermedad, fe en que va a curarse y en que el tratamiento que se le ha indicado es el correcto para su problema, son fundamentales para la resolución de la patología que se esté presentando.
Los oncólogos nos basamos en la experiencia personal y la de otros. Básicamente en el concepto de EVIDENCIA CLÍNICA. Debemos estar actualizados en los diferentes tratamientos y técnicas quirúrgicas y sobre todo actuar en base a estudios clínicos que demuestran sin lugar a dudas la efectividad de las técnicas o tratamientos a considerar para determinado caso. Se trata de trabajos en los que se enuncia una hipótesis esperando demostrar las ventajas o no de un tratamiento conocido por su eficacia sobre otro más novedoso que se piense pueda ser mejor. Se “reclutan” entonces pacientes, advirtiéndoles que de manera aleatoria (por sorteo o randomizados) se incluirán en uno u otro esquema o procedimiento y es voluntaria su decisión sobre si participar o no en el mismo. El estudio es mejor de acuerdo al mayor número de pacientes y centros clínicos involucrados en el proyecto. Los resultados, generalmente se cuantifican en los pacientes curados, los que más sobreviven sin enfermedad y tiempo de sobrevida en el caso del cáncer. Esto ha permitido niveles de evidencia clínica comprobados, pudiendo entonces considerar cuales son los tratamientos más apropiados para determinada enfermedad.
Antes se revisaban los resultados retrospectivamente es decir, se estudiaban los casos tratados por determinado tumor en un período de 5 a 10 años por lo menos, tipo de tratamiento empleado y se analizaban los resultados. El problema de esos estudios es que los tratamientos no son estandarizados. Varían en el tiempo, métodos de aplicación, falta de consenso en las técnicas a aplicar, de manera que dan resultados que pueden representar los efectos de un tratamiento pero sin poderse calificar como evidencia clínica de un tratamiento, pero son útiles al reflejar una experiencia en un número de pacientes y tiempo determinados.
La evidencia clínica demostrada debe ser el parámetro de mayor valor para considerar los tratamientos a indicar en nuestros pacientes.